Sólo la caridad salvará al mundo

“Sólo la caridad salvará al mundo” [1]

            Hoy celebramos el aniversario de la canonización de San Luis Orione, también conocido como Don Orione. San Luis fue un sacerdote italiano que vivió durante la primera mitad del siglo XX. Fue discípulo de San Juan Bosco y se dedicó a las obras de caridad. Comenzó lo que se conoce como los “pequeños Cottolengos”, que son hogares para los abandonados, los discapacitados y todos los que sufren. San Juan Pablo II habló de él en su canonización como “un hombre que se entregó enteramente por la causa de Cristo y su Reino. Los sufrimientos físicos y morales, la fatiga, las dificultades, las incomprensiones y toda clase de obstáculos caracterizaron su ministerio apostólico”. [2] El corazón de su caridad era “sin límites porque se abrió de par en par por la caridad de Cristo”. [3] San Luis decía a menudo, en medio de su trabajo con los pobres que “la perfecta alegría sólo se encuentra en la perfecta dedicación de uno mismo a Dios y a los hombres, y a toda la humanidad”. [4] Y también decía: “No hay que preguntarle a una persona de dónde es, si tiene una fe o un nombre, sino si siente un dolor”.

Jesús nos enseña en el Evangelio de San Mateo: “Os aseguro que todo lo que hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mt 25,40). Este mensaje evangélico resuena en la vida y las obras de Don Orione como lo ha hecho en muchas de las vidas de los Santos. Nos desafía a buscar a Cristo en todos aquellos con los que nos encontramos. La Madre Teresa dijo: “Veo a Jesús en cada ser humano. Me repito a mí mismo: Este es Jesús hambriento; debo alimentarlo. Este es Jesús enfermo. Debo lavarlo y atenderlo. Sirvo porque amo a Jesús”.

Esto nos lleva a mediar en las obras de misericordia, espirituales y corporales. Las siete obras espirituales de misericordia son: enseñar al que no sabe, dar buen consejo al que lo necesita, corregir al que se equivoca, perdonar las injurias, consolar al triste, sufrir con paciencia los defectos de los demás y rogar a Dios por los vivos y los difuntos. Las siete obras de misericordia corporales son: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, dar posada al peregrino, visitar a los presos, visitar al enfermo y enterrar a los muertos. El Papa Francisco dijo durante una audiencia general que: “Estas obras de misericordia son los rasgos del rostro de Jesucristo, que cuida de sus hermanos pequeños para llevar la ternura y la cercanía de Dios a cada uno de ellos. Que el Espíritu Santo nos ayude; que el Espíritu Santo encienda en nosotros el deseo de vivir esta forma de vida: ¡al menos una vez al día, por lo menos! Aprendamos de memoria las obras de misericordia corporales y espirituales, y pidamos al Señor que nos ayude a ponerlas en práctica todos los días, y en aquellos momentos en que veamos a Jesús en una persona necesitada”.[5]

Como acabamos de leer, el Santo Padre nos anima a hacer una obra de misericordia al día. A primera vista, eso puede parecer muy difícil o abrumador, pero “para Dios todo es posible”.[6] No tenemos que buscar muy lejos para “ser misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso”.[7] Todos podemos empezar por practicar la misericordia con los más cercanos, con pequeños y sencillos gestos que nos recuerden las palabras de Santa Teresita del niño Jesús “nada es pequeño a los ojos de Dios. Haz todo lo que haces con amor”. También podemos aplicar las palabras de la Madre Teresa de Calcuta: “No podemos hacer grandes cosas. Pero podemos hacer pequeñas cosas con gran amor”.

Finalmente, me gustaría compartir con ustedes las palabras que Jesús le dijo a Santa Faustina cuando le reveló su Divina Misericordia y le dio algunas instrucciones sobre Su Misericordia. Le dijo: “Te doy tres formas de ejercer la misericordia hacia tu prójimo: la primera con obras, la segunda con palabras, la tercera con la oración. En estos tres grados está contenida la plenitud de la misericordia, y es una prueba incuestionable del amor hacia Mí. Por este medio, el alma glorifica y reverencia mi misericordia. Si un alma no ejerce la misericordia de una manera u otra, no obtendrá Mi misericordia en el día del juicio. Oh, si las almas supieran recoger para sí mismas el tesoro eterno, no serían juzgadas, pues impedirían Mi juicio con su misericordia”[8].

Pidamos a la Santísima Virgen la gracia de vivir según el lema de San Luis Orione “hacer el bien siempre, a todos, el mal a nadie”.[9] Como decía la Madre Tersa, busquemos “el rostro de Dios en todo, en todos, en todo momento, y su mano en cada acontecimiento; viendo y adorando la presencia de Jesús, especialmente en la humilde apariencia del pan, y en el angustioso disfraz de los pobres.”.

M. Mary Our Lady of Ostrabrama, SSVM

[1] Cfr. SAN LUIS ORIONE, Escritos, 62,13.

[2] JUAN PABLO II, Homilía de la canonización de San Luis Orione, 16 de mayo de 2004

[3] Cfr. SAN LUIS ORIONE, Escritos, 102,32.

[4] Ibid. 62,13.

[5] PAPA FRANCISCO, Audiencia General, 12 de octubre de 2016.

[6] Cfr. Mt. 19, 26.

[7] Cfr. Lc. 6, 36.

[8] SANTA FAUSTINA KOWALSKA, Diario de la Divina Misericordia, n° 1317.

[9] SAN LUIS ORIONE, Escritos, 61, 170; 46, 116; 62, 99c

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