Benedictinas y Servidoras en el Monasterio “Ecce Homo” en Holanda

SSVM-Monastery-10-years-Netherlands“La Reparación es una Cuestión de Amor”[1]

Querida Familia Religiosa,

Este año celebramos en nuestro Monasterio dos importantes aniversarios. Las Hermanas Benedictinas del Santísimo Sacramente celebran 75 años de fundación aquí en Valkenburg, en el sur de Holanda y nosotras cumplimos 10 años de fundación de nuestra comunidad en este mismo Monasterio, a donde llegamos para ayudarlas y continuar la obra que ellas comenzaron.

Las Hermanas benedictinas llegaron a Valkenburg un 22 de abril de 1942 invitadas por un joven sacerdote, para combatir con su Adoración perpetua el espíritu mundano que se iba introduciendo en el pueblo debido a la afluencia de turismo.

Y nosotras llegamos un 22 de Septiembre del 2007 para asistirlas en sus últimos años de vida religiosa y conservar la presencia de vida religiosa y contemplativa. Al fundar tomamos junto con la intención de oración que nos designara nuestro querido fundador, de rezar por la Dignidad del Hombre, también la de la Reparación por las ofensas que se comenten contra la Eucaristía, para continuar la misión de las Benedictinas del Santísimo Sacramento. 

Aprovechando la ocasión de los aniversarios queremos contarles un poco más de nuestras queridas benedictinas con las que convivimos en este hermoso monasterio. Sobre todo queremos contarles sobre su rica espiritualidad y brevemente sobre la Madre Matilde su fundadora, tan poco conocida, a quien Dios le concedió sus deseos de mantenerse escondida incluso después de su muerte.

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La M. Matilde del SS. Sacramento vive en Francia en el siglo XVII, siglo caracterizado por las guerras de religión, contra la fe católica. Ella tiene la inspiración de fundar un Instituto de Reparación por las muchas ofensas y sacrilegios que recibe Nuestro Señor en el Santo Sacramento del Altar, acompañando al Señor día y noche en adoración perpetua. La inspiración se dio del siguiente modo: estando un día la M.Matilde, ya siendo religiosa benedictinas, en la casa de la Marquesa de Boves, cae su mirada sobre un cuadro que representaba un ídolo, delante del cual estaban postrados sacerdotes y sacerdotisas con una antorcha en sus manos y se veía fuego sagrado incesantemente alimentado por las “vestales”, quienes debían mantenerlo día y noche encendido. La M. Matilde contempló por un largo rato ese cuadro como absorta en éxtasis. En ese momento Dios le dio a entender cómo un modo digno de honrar a Jesús Sacramentado sería instituyendo en la Iglesia una congregación de religiosas totalmente consagradas a la gloria de la Eucaristía, que consumieran sus vidas en amar a Jesús Hostia, cantar sus alabanzas, estar incesantemente en su Divina presencia consolándolo e imitar su estado de anonadamiento eucarístico.

Decía: “¡Los paganos son nuestros acusadores! ¿Por qué no hacemos nosotros por el Verdadero Dios lo que hacen los paganos por sus falsas divinidades? ¿Por qué en nuestras Iglesias donde él habita corporalmente no podría ser continuamente adorado? ¿Por qué las vírgenes de la tierra no podrían cantar incesantemente el cántico de los ángeles delante de sus altares?

monasterio adoración

La Congregación tuvo inicio el 25 de Marzo de 1653, Solemnidad de la Anunciación. Ese día la Virgen Santísima se apareció a la Madre Matilde vestida del hábito de la Orden con las insignias de Abadesa, en acto de presentar a su Divino Hijo presente en el altar, el nuevo Instituto representado en las pocas religiosas que comenzaban.

 

Las Benedictinas del Santísimo Sacramento serán de acuerdo al carisma dado a su fundadora: adoratrices, reparadoras y victimas a ejemplo de Jesús Hostia.

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Decía la Madre Matilde: “Jesús en la Eucaristía está adorando, amando y glorificando a Dios Padre y al mismo tiempo está sufriendo, es depreciado y olvidado por la mayor parte de los hombres; profanado y muchas veces dejado en las manos de sus enemigos que lo tratan en este Misterio en un modo que uno no se atrevería a expresar.”

“Es necesario que Jesús encuentre en el corazón de sus Esposas un suplemente de amor que compense los olvidos e indiferencia de los hombres”.

Sobre esta premisa se apoyan todas las prácticas de la vida religiosa de las Hijas del Santísimo Sacramento.

En la encíclica “Miserentissimus Redemptor” Pio XI explicaba bellísimamente la espiritualidad de la Reparación diciendo:

“Un alma de veras amante de Dios, si mira al tiempo pasado, ve a Jesucristo trabajando, doliente, sufriendo durísimas penas «por nosotros los hombres y por nuestra salvación», tristeza, angustias, oprobios, «quebrantado por nuestras culpas» (Is 53, 5) y sanándonos con sus llagas. De todo lo cual tanto más hondamente se penetran las almas piadosas cuanto más claro ven que los pecados de los hombres en cualquier tiempo cometidos fueron causa de que el Hijo de Dios se entregase a la muerte; y aun ahora esta misma muerte, con sus mismos dolores y tristezas, de nuevo le infieren, ya que cada pecado renueva a su modo la pasión del Señor, conforme a lo del Apóstol: «Nuevamente crucifican al Hijo de Dios y le exponen a vituperio» (Is 5). Que si a causa también de nuestros pecados futuros, pero previstos, el alma de Cristo Jesús estuvo triste hasta la muerte, sin duda algún consuelo recibiría de nuestra reparación también futura, pero prevista, cuando el ángel del cielo (Lc 22, 43) se le apareció para consolar su Corazón oprimido de tristeza y angustias. Así, aún podemos y debemos consolar aquel Corazón sacratísimo, incesantemente ofendido por los pecados y la ingratitud de los hombres, por este modo admirable, pero verdadero; pues alguna vez, como se lee en la sagrada liturgia, el mismo Cristo se queja a sus amigos del desamparo, diciendo por los labios del Salmista: «Improperio y miseria esperó mi corazón; y busqué quien compartiera mi tristeza y no lo hubo; busqué quien me consolara y no lo hallé» (Sal 68, 21).

Aquí tienen su origen muchas familias religiosas de varones y mujeres que, con celo ferviente y como ambicioso de servir, se proponen hacer día y noche las veces del Ángel que consoló a Jesús en el Huerto”

Para terminar queremos recordar lo que nos decía el Padre Buela en aquel capítulo tan lindo de su libro “Fátima y el sol bailó”, sobre el Espíritu de reparación de San Francisco Marto:

“Aquí repito, particularmente a las contemplativas y a los contemplativos de nuestros Institutos, que nuestra vida religiosa puede ser de muy poco triunfo, de mucha incomprensión, de falta de reconocimiento incluso por parte de los mismos hermanos; finalmente, pasar la vida metidos en un monasterio, ignorados del mundo, poco importa, si nosotros llegamos a hacer la experiencia de unión mística con Dios, si nosotros llegamos a ser el consuelo de Jesús. Y todos debemos consolar a Jesús, también los miembros laicos de la Tercera Orden!”[2]

Nos encomendamos a sus oraciones,

Hermanas del Monasterio “Ecce Homo”

Valkenburg, Holanda

[1] Padre Buela “Fátima y el sol bailó”, pag. 274

[2] Padre Buela “Fátima y el sol bailó” pag.262

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